VIVIR CON VERDAD SIN OCULTAR DEBILIDADES NI PRESUMIR DE BONDADES

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Lc 12,1-7
Cuando hoy escuchamos a Jesús hablar a sus discípulos  invitándoles a vivir con plena transparencia sin que tengan nada que ocultar porque no deben temer a nada ni a nadie de este mundo, ni siquiera a “los que matan el cuerpo pero no pueden matar el alma”, se nos llena el espíritu de sana envidia hacia esa manera de ser tan limpia , transparente y clara que además es fundamento de la mayor libertad de espíritu para el ser humano.
Efectivamente un hombre así sin nada que esconder, y libre de todo fermento de hipocresía o fariseísmo es de los mayores valores e ideales del ser humano .
Pero la incoherencia y el pecado es tan viejo como la humanidad.  Los primeros hombres representados en Adán y Eva ya se escondían de Dios y tenían que tapar sus vergüenzas y excusarse para que no se viera el mal o pecado en que habían incurrido: desobedecer normas graves(prescindir de Dios con orgullo) o matar a su hermano (Caín).
Ese realismo con que la Biblia nos presenta la historia del hombre que vive inmerso en la oscuridad del pecado y en puja con su buscada libertad es lo que le lleva a desear la salvación como necesidad profunda de liberación del mal y de la necesidad de ocultarlo o taparlo para no perder dignidad o valor ante los demás.
Y de nuevo escuchamos a Jesús decir que el discípulo solo debe temer al Padre que es quien nos conoce, nos ha creado y por eso nos ama y nos puede hasta liquidar si quiere.
Y aquí viene el tema del “timete Deum” o temor de Dios. Que no es temor al infierno o castigo tan vilipendiado sino el respeto hecho de amor a Dios por el que temo no ser digno de Él y no merecer estar con Él.
Por ahí debe ir el ” si no hubiera cielo yo te amara y si no hubiera infierno te temiera de los místicos”. Ahora hay que bajar al terreno práctico:imaginemos un estilo de vida en persones e instituciones de Iglesia que intentan vivir con ese espíritu libre y observante de cuántas leyes divinas y humanas puedan generarse y sean respetables en conciencia. ¿Hay alguna dificultad en que la Iglesia y los cristianos de cualquier rango jerárquico se sometan al imperio de la ley por conductas reprobables socialmente? Y estimamos que la respuesta es no. Todos debemos ser iguales ante la ley y no tenemos por qué ocultar nada porque “en cristiano” nos importa más el juicio de Dios sobre nosotros que el juicio de los hombres y por tanto hemos de aceptar ser juzgados tanto por la justicia humana como por la divina y estar dispuestos a sufrir las penas o condenas derivadas. Otra cosa es si hay falsas acusaciones vertidas con propósito de desprestigiar a personalidades de Iglesia o a la propia Iglesia. Sin duda el daño puede ser enorme porque se trata de entes o personas que educan con doctrina y supuesta ejemplaridad.Y ejemplos de calumnias han habido siempre y con las redes tan corruptas y poco saneadas más va a haber a futuro. Pero sin querer ser mártires ni “ir de mártires ” pensamos que hemos de afrontar esa posible e injusta persecución. No hemos de temer . La verdad se impone con el tiempo. Y la justicia humana aunque lenta hace camino si la apoyamos. Recordemos por último las palabras del Maestro: os mando como ovejas en medio de lobos: “sed prudentes como serpientes y sencillos como palomas” (Mt 10,16) y bienaventurados los que sufren persecución por causa de la justicia” porque de ellos es el Reino de los Cielos (Mt 5,10-12)

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