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Lc 2, 41-51
Ahora que tanto hablamos de empatia e inteligencia emocional intentemos ponernos en el lugar de Maria . Tres dias con José buscando al chaval. Los nervios y la respiración entrecortada. Tramando qué decirle cuando aparezca, si es que aparece… y por la mente van apareciendo posibles respuestas: reprimenda subida de tono,
¿ con zapatilla …o correa?,-
le recordaremos la debida obediencia a los padres del 4° mandamiento?, le romperemos de paso sobre la cabeza las tablas de la ley o el rollo de papiros biblicos? Estimamos que Maria y José de camino comentarían que , claro ,este niño es un caso especial, con algún despiste pero nunca mala intención… El caso es que cuando llegan al templo y lo ven discutiendo con los doctores entran en compás de espera. La escena es de demasiado impacto y un instinto de padre y de madre les hace detener su particular volcán emocional.; a la pobre Maria sólo le nace decir la angustia que sentian por haberle perdido y cómo habia sido posible o explicable que actuara asi??. La contestación de Jesus ¿no sabiais que habia de ocuparme de.las.cosas de mi Padre? se la tuvo que tragar y guardar en su corazón ¿como iba a desconfiar de su hijo con tan buenas maneras como apuntaba?. Así que Jesús ,gracias a la conducta intachable e inmaculada de Maria que demostró ser Señora de sus sentimientos – tuvo que dejar de momento las cosas de su Padre para atender a sus padres terrestres José y Maria sometiéndose en todo a su voluntad como hijo sujeto a obediencia paterna.
Asi es como Maria, desde su corazón de madre bien gobernado por el amor que todo lo espera y lo aguanta, encontró la respuesta más respetuosa para tratar a su hijo perfecto como Dios y en camino de perfección -por joven-como hombre.
Asi es como el viaje a Jerusalén por motivo de las fiestas de la Pascua judia pasó a ser memorable como la historia del niño perdido y hallado en el templo .
Una lección para cuantos padres educadores han pasado y pasaran por hechos de sus hijos reprobables o incomprensibles y en los que es necesario saber estar poniendo las obligaciones de cada uno en su sitio. Asi es como José y María aprendieron del niño -tan libre en su actuar -que estaba obedeciendo a Dios su Padre y no un simple capricho o impulso propio de su edad.
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