Lc 4, 38-44
Cuando vemos el quehacer diario de Jesús da la impresión de que todo lo enfoca hacia un fin primordial: comunicar y dar vida a las personas de su entorno. Unas veces curando como hoy que increpa a la fiebre de la suegra de Pedro para que salga, o imponiendo las manos “a cada uno” de los enfermos y los iba curando. Según lo que va haciendo diríase que lo primero para él era evitar sufrimientos y limitaciones de las personas: procurar que todos pudieran mínimamente disfrutar de la vida. Esto lo entendía todo el pueblo y por ello dice el texto que “querían retener a Jesús”.
Parece que con Jesús se ha hecho presente el Dios de vida: un Dios capaz de manifestarse a todos y a cada uno con una cercanía que era imposible no sentirse impactado bien por su palabra como por sus gestos: imponer manos sobre la cabeza, tocar a los leprosos, a los ciegos, abrazar a los niños….
El mensaje de Jesús va a entenderse pues, en primera instancia, como mensaje de liberación y sanación. Es imposible olvidar sus propias palabras en que manifestó cual era el fin de su venida como Mesías: “he venido para que tengan vida y vida abundante. (Jn 10.10.).
Hoy podemos plantearnos qué tal asumimos los cristianos esa misión de dar vida como hacía Jesús.
Canto: “Tu palabra me da vida”
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