Comentario homiletico 2/8/19

Mt 13,54-56
Los paisanos de Jesús se admiraban por cómo hablaba Jesús , con autoridad y no como los escribas y doctores de la ley. Y hablaba y actuaba con determinacion y hasta con poderes no habituales como de sanación. Ante el hecho surge la conocida reaccion del prejuicio: una interpretación de la realidad del quehacer de Jesús que se empieza a ver con desconfianza. Los paisanos pretenden saber de Jesús tanto o mas q Jesús porque “conocen” su parentela y con ello pretenden saber todo sobre Jesús.
La conclusión que hace el propio Jesús no es sino la constatacion de un hecho: “nadie es profeta en su tierra” y el efecto nefasto del prejuicio en la confianza y en la falta de fe. Jesús se debió quedar pensando ¿ cómo van a poder llegar a la fe si mi Padre no se lo revela?
En otra ocasión ya había dicho Jesús algo tremendo sobre la dificultad para q mucha gente llegue a la fe : están con tal desconfianza (en aquella época por los prejuicios , ahora por los escándalos) q “ni aunque se resucitara a un muerto” volverían a la fe. Y sin embargo la fe humana y en Dios es necesaria.
Da la impresion de que en el origen de todo conocimiento ha de estar la fe ,esa certidumbre interna de que algo positivo se va a encontrar en el orden del conocimiento o del quehacer y q da alas a la confianza en todo y a inquirir y buscar siempre mas.
Por ello habria que decir que cerrar las puertas a la fe , esa fe primigenia y de apertura a la bondad y al bien y la Justicia que nosotros resumimos en la palabra Dios ,es quizás el peor mal.

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