Con la conocida parábola de los talentos hoy, a punto de terminar el año litúrgico, la iglesia nos propone el texto de Mt 25’14-30 con que podemos ver qué tal desarrollo estamos haciendo contando con los recursos de todo tipo que Dios ha puesto a nuestro alcance: físicos, intelectuales, psicológicos, éticos, sociales y espirituales.
Sabemos que el Señor nos va a retribuir en base a los talentos o pack de habilidades que la naturaleza, la historia y Dios en definitiva han puesto a nuestro alcance. El rendimiento en favor nuestro y de los demás es lo que cuenta. Ya no es tiempo de reclamar derechos y aducir excusas, ese es el proceder de mucho infantilismo ambiental de hoy en que todo es exigir derechos para no hacer frente con hechos. Se impone cumplir con nuestras responsabilidades. Y vemos que en este quehacer nuestro en la vida lo que más se penaliza es la inseguridad y el miedo. El dejar de hacer lo que corresponde por sentimientos de debilidad y poca valía.
Nuestra fe nos invita a actuar con firmeza aún siendo conscientes de nuestra objetiva debilidad porque por último, quién va a dar auténtico rendimiento a nuestras obras es Dios de quien yo soy sólo instrumento. En nuestro libre actuar debiéramos hacer nuestra aquella frase de San Pablo “todo lo puedo en Aquel que me conforta” porque el Espíritu de Dios se manifiesta mejor en nuestra humildad.