Hoy recordamos a San Juan Apostol y evangelista.
Si seguimos lo q dice la tradición sobre él (dejando de lado cuestiones de exégesis sobre textos puntuales) Juan es el “discìpulo amado de Jesús” y el autor del cuarto evangelio.
El evangelio (Jn 20,2-8 ) va dando detalles de còmo Maria Magdalena avisa a Pedro y al otro discipulo de q ha desaparecido Jesus del sepulcro y ambos fueron corriendo hacia alli. El mas joven llega primero y viò las vendas por el suelo pero no entrò. Llego luego Pedro y entrò.
Lo q ambos vieron fuè el sepulcro vacio y las vendas y el sudario con q fue envuelto , pero tb las palabras de Jesùs q anunciaban q resucitarìa. Y luego vendrìan las apariciones y desapariciones (no fantasmales) de Jesùs sino reales y bien corporales ( comia y bebia). Y la cercania entrañable del amado debiò marcar a Juan como testigo excepcional. Pero ¿de què? De su màxima cercanìa q solo experimenta el q ama y es amado? O tb de la màxima cercania q es a la vez invisible y visible, material e inmateral, presencia ya para siempre pero sin ausencia ?…..
Esta especial vivencia del resucitado le va a hacer el testigo màs “vidente” y por ello evidente de la divinidad de Cristo en la humanidad de Jesùs. Y es lo q trasluce en todo su evangelio: el Dios siempre invisible a nuestros ojos se nos aparece como Comunicaciòn y Palabra q se encarna y hace perfecto hombre. Hombre y Jesùs q màs q curaciones hace milagros a los q gusta llamar signos pq no son sino manifestaciones del amor de Dios y no simples arreglos de un mecànico cirujano. Por eso los milagros nacen del divino amor de Jesus con espontaneidad cuando quien se acerca ha pasado la necesidad de curaciòn por el tamiz de la fe q le da al oido del enfermo la sintonia especial para captar la Palabra sanadora q viene de la divinidad.
Juan es sin duda y para todos el evangelio q mejor refleja la divinidad de Jesùs y Juan apostol fuè posiblemente quien mejor la atisbò desde la cercanìa y /o especial percepciòn del q vive el amor en plenitud.