A LIBERARSE DEL MAL PERO NO DEL MUNDO

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Mt 14, 1-12-
La maldad de los hombres aparece en la Biblia de diferentes formas. Ya en los inicios Caín mata a su hermano Abel por envidia de no sentirse el preferido de Yaveh. Herodes en tiempos de Jesús manda matar a los inocentes porque siente amenazado su poder si llega a aparecer un Mesías como se anunciaba. Y luego el gran profeta Juan el Bautista que señaló a Jesús como el Mesías que viene a librarnos del mal y el pecado. Hoy precisamente recordamos su muerte decapitado por orden de Herodes. El motivo parece que fue que Juan en su labor profética denunciaba conductas reprobables que afectaban a familiares del propio Herodes y parece que no podían tolerar que su fama fuera desmerecida públicamente con razón o sin razón.
Y la saga de mártires por denunciar a los poderosos y grandes no termina aquí: Jesús será el primero en la Nueva Era en regar el mundo con su sangre para redimirlo, pero luego vendrá toda una corriente de profetas seguidores de su estilo que seguirán su misma suerte. Mártires de los primeros y de los últimos tiempos y notorios entre nosotros como Gandhi, Lutero King, mártires del 36 y muchas muertes de hoy evitables si todos fuéramos más responsables.
Demasiado tiempo dura el mal quitando la paz del mundo con el caro precio de sangre y muerte.
¡No más muertes! debiéramos gritar.
Con la sangre de Cristo nos debe bastar. Esa fue la preciosa sangre derramada sobre el mundo entero como ofrenda al Padre ya convertida en vino como brindis al Autor de la Vida y para que nadie se sienta amenazado por miedos o temores que no nacen sino de la falta de fe en la vida que nacida de Dios y bien vivida nos catapulta a la eternidad.
Esa fe en la vida vencedora de la muerte que anunció Jesús y que se entrega es la que probablemente hoy más nos falta. Hemos de revisar nuestra vida con aquellas palabras del Maestro: “el que busca su vida la perderá, pero el que la entrega por mí y por el evangelio la encontrará”. (Mt 10,39)

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