Mt 9, 18-26
Algo común hay en la mujer con flujos de sangre y la niña que muere. La mujer de flujos imparables se acerca con fe. El padre de la niña que acaba de morir también. Es a través de la fe que han hecho la conexión con Jesús. En la primera mujer una fe tal que Jesús solo ha tenido que certificar el milagro: “tu fe te ha curado”. Este milagro nos remite al misterio de la propia fe como vivencia interior del hombre que le capacita para obtener de Dios sanación: de ahí que Jesús dijera “si tuvierais fe como un grano de mostaza” diríais al monte échate al mar y lo haría (algo más que sugestión). En el segundo caso se ha requerido la acción directa de Jesús: ” la niña no está muerta, sino que vive. Y la toma de la mano y la levanta.
Hay, pues en el relato, el concurso de 3 formas de intervención de la fe.
1. La fe sola de la mujer con flujos que sola ella provoca al poder sanador de Jesús que la cura.
2. La fe del padre de la niña que hace de mediador y “convoca” a Jesús en quien cree y Jesús acude con misericordia y ejerce poder. Y
3. la fe del propio Jesús que “provocado” o convocado por la fe “invoca” en sí mismo al Padre para que el amor realice el milagro de la sanación y exprese así que Jesús ,como el Padre ,es Señor de vivos y muertos.
Asi podemos terminar la meditacion sobre el evangelio diciendo con el Salmo 32
” la misericordia del Señor llena la tierra”.
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