SEGUIDORES DEL CRISTO DE LAS BIENAVENTURANZAS


En Mt 5,17-19 Jesús dice a aquellos que le han oído predicar las Bienaventuranzas y actuar enzarzándose a menudo en discusiones con los sacerdotes, con los escribas doctores de la Ley  sobre el Culto, el templo y la Ley: “no he venido a abolir la Ley (de Dios) y los profetas, sino a llevarla a plenitud”.
Entender esto es de la mayor importancia porque de una parte Jesús continúa diciendo que todo lo dicho antes de Él, en el Antiguo Testamento, es tan importante que el que se salte uno de los preceptos menos importantes y se lo enseñe así a los hombres será el menos importante en el Reino de los Cielos, pero quien lo cumpla y enseñe será grande en el Reino de los Cielos”.
Vale, pues, todo lo enseñado en el Antiguo Testamento condensado en los diez mandamientos y en las enseñanzas de los profetas. Hay que entender entonces cómo alcanzar esa plenitud que propone Jesús y cuál es el horizonte al cual debe apuntar todo en nuestra vida.
Y si Jesús es el enviado del Padre y lo que hizo en vida fue establecer entre nosotros el Reino de Dios, reuniendo y restaurando y construyendo un Pueblo de Dios en torno a su persona, parece lógico pensar que toda esa humanidad a la que Jesús reúne y le sigue son y constituyen ese Pueblo de Dios. Pueblo que nace con aquellos primeros discípulos y Pedro y que va a predicar a Jesús y su Reino. A partir de Jesús, pues, el centro y horizonte es el Reino tal como lo vivió y predicó Jesús. Un Reino que está aquí en germen y que hemos de llevar a plenitud. Así la Iglesia quiere ser ese pueblo o familia reunida por Jesús que predica y establece su Reino y en su universalidad quiere acoger a todo lo que entra en sintonía con Jesús para hacerlo partícipe de su Reino.
Lo que ha ocurrido con Jesús hace dos mil y tantos años es algo nuevo: con Él ha amanecido una humanidad nueva que pretende gobernar su vida con el mismo Espíritu de Jesús que vivió para establecer el Reino de Dios en la tierra. Y trazos de Él se van percibiendo en cuantos unidos a Jesús viven las bienaventuranzas. La misma Iglesia católica y todas las iglesias llamadas cristianas cumplen esa función de predicar a Jesús y establecer su Reino. A ellos les llamamos hermanos (separados) y sería deseable que lo fueran por corto tiempo. ¡Es demasiado lo que nos une!
Canto:”Un solo Señor”

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