Mt 18,12-14—En la simplicidad de esta parábola (tan repetida)de la oveja perdida nos sorprende la actitud con que el pastor(=Dios Padre) busca a la oveja. Va movido por el sufrimiento, desgracia y peligro en que se encuentra la oveja. Va a ayudar a su rescate. Y luego viene la fiesta y la alegría al encontrarla.
Aquí no se mide el esfuerzo del pastor por encontrarla. Da por supuesto que vale la pena.
Tampoco el pastor se pone a deliberar sobre la culpa de lo ocurrido. Simplemente va a liberar. A ayudar.
Va con el amor por delante y no con prejuicio alguno.
Por supuesto que cuando va a rescatarla tiene pensamientos sobre lo tonta que ha sido la oveja y la cierta culpa que pueda tener en descarriarse, pero los aparcan porque lo primero es liberar de la angustia al perdido.
Esa parte de análisis de lo ocurrido y los porqués , y de juicio queda en manos del socorrido y de su libertad. Si hay malicia, pecado o error es cosa a deliberar por el propio actor de su desgracia y en todo caso ya la reconocerá ante su conciencia y ante Dios.
Quizás encontremos aquí un buen patrón de conducta los que educamos a personas o trabajamos en Cáritas: lo primero es ayudar a liberar al que sufre de su situación precaria y luego “santa paciencia” y respeto a la libertad individual para no incurrir en juicios condenatorios invadiendo la intimidad de la conciencia personal.
Canto:”Mi alma espera en el Señor”.