Dom 12ª T.O
Mt 10,26-33 es una invitación en toda regla a que los discípulos vivamos sin miedo a predicar al mundo las exigencias del Reino:
Tenemos que asumir un compromiso muy fuerte por Jesús y su Reino que va a chocar frontalmente con el orden establecido y es la raíz más profunda de casi todos los males.
Aquel profeta que dijera que “no podemos amar a Dios y al dinero” y que era “muy difícil que un rico se salve” sabía que el dios dinero es el que busca siempre el privilegio para unos pocos y pone barreras a la fraternidad universal. Que el que ama el dinero como su tesoro va a querer conservarlo y guardarlo en cuevas inaccesibles a la luz del evangelio y desde allí va a tramar y conspirar contra los que militan a favor de los pobres y contra los privilegios de los ricos y poderosos.
La persecución de los profetas del Reino está más que asegurada porque atenta contra el “desorden social” establecido sobre el poder y el dinero.
Y ¿qué nos ofrece el maestro?
- La garantía de una vida lucida y transparente.
- La seguridad de que el Padre nos prefiere a todos los pájaros del campo.
- La garantía de que el peso de nuestra vida -que no es el cuerpo sino el alma- está en las manos de Dios. Y no hay que temer a los que matan el cuerpo pero no pueden matar el alma.
- La garantía de que el que se pone de parte de Jesús también Jesús le respaldará ante el Padre.
En fin, que sufrir persecución por predicar la Justicia del Reino es garantía de vivir con profunda esperanza porque se asimila a la persecución recibida por Jesús, que es Bienaventuranza.
Convendrá en todo caso que los discípulos tengamos claras cuáles son las luchas preferentes para establecer en el mundo el Reino y no andar con batallitas intrascendentes o hasta equivocadas.